CERLER, ANETO, BENASQUE
Un Aneto diferente...
¿Qué mejor momento para dejar volar la imaginación, dar forma a nuevos proyectos, en definitiva soñar, que tomando unas cervezas? De esta manera Arturo y yo dibujamos en nuestra imaginación un recorrido muy apetecible para nosotros.
Aún a oscuras atravesamos Cerler en silencio, justo antes de comenzar el camino de la Mina. Subimos, llaneamos, bajamos, volvemos a subir, y casi al alba llegamos al final de la pista, donde enlazamos con un precioso sendero que nos dejará a escasos metros del Picalbo. La Tuca Royero será el siguiente pico de la cuerda, antes de buscar el mejor camino para descender hacia el refugio de Pescadores, bajo de la Tuqueta Blanca. Son barrancos complicados, que bajamos con trabajo, para poder llegar por fin al río, que también nos costará cruzar más de la cuenta.
A partir de este punto el recorrido está bien marcado, por lo que avanzamos con rapidez. Sin apenas darnos cuenta hemos llegado a la altura del Ibón de Coronas, donde ya pisaremos nieve hasta el collado del mismo nombre.
Además de los bastones, en esta ocasión hemos traído unos ligerísimos crampones que nos harán progresar con seguridad hasta la trepada final del collado. Una vez superado este paso, y otra vez sobre nieve, alcanzamos sin dificultad la cima del Aneto. Ahora, toca decidir por donde bajar.
Finalmente descartamos volver desandando el camino, evitando remontar los barrancos que bajamos en la ida y que, previsiblemente, nos harán perder mucho tiempo. Así que, mirando el glaciar, nos decidimos a bajar directamente hasta Aigualluts. La bajada es muy divertida, deslizando sobre el glaciar. Los crampones tienen las puntas lo suficientemente cortas para permitirnos resbalar, pero lo justo para que podamos controlar la velocidad. De esta manera, antes de que nos demos cuenta, hemos abandonado la nieve y el hielo, y estamos corriendo hacia la Besurta, por donde pasamos de largo evitando la tentación de parar.
Y desde aquí, pasando por Llanos del Hospital, nos dirigimos trotando hacia Benasque, que parece no acercarse nunca. Pero cuando llegamos a la altura del cruce de la carretera con Cerler, vemos a Eva y los niños, nos alientan y se adelantan para esperarnos en la entrada del pueblo.
Lo celebramos con agradable conversación y una estupenda cena, en la que comentamos lo gratificante que es convertir los sueños en realidad. Pero como no puede ser de otra manera, y ya que nos encontramos en una situación similar a la de partida, volvemos a dejar volar nuestra imaginación, y soñamos con nuevos recorridos que nos hagan disfrutar, sentir, vivir.
Joer Jesús!! Qué pasote de ruta, se me ponen los dientes más que largos!!
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