XXXIV MARATÓN DE MADRID

Meses de entrenamiento, tiradas largas, series, circuitos, sesiones de recuperación, la mayoría de las veces disfrutando mucho, otras no tanto. Siempre preocupado por la dieta, aun cometiendo algún que otro exceso, y por fin ha llegado el día.

A pesar de ser una semana especial en cuanto a lo laboral, mi cabeza tiene un pensamiento recurrente; MAPOMA. Comienzo la semana descargando hidratos, para a partir del miércoles cargarme bien de ellos. Creo que al final me he pasado, y tendré que arrastrar casi dos kilos de más.

Después de una noche inquietante, ya estamos en la línea de salida. Las sensaciones son diferentes a las que hemos experimentado en otras ocasiones, ya que estamos a punto de comenzar una carrera en una distancia totalmente desconocida,  y que realmente intimida.



La gran cantidad de corredores concentrados, hacen que nuestro ritmo en los primeros compases de la carrera sea moderado, lo cual agradeceremos en los metros finales. Intentamos administrar una gran excitación, tarea difícil en estos momentos.

Hay una multitud de gente animando, lo que hace que, en ciertos momentos, se nos pongan los pelos de punta. Pero no es hasta Cuatro Caminos en primer término y Fuencarral en segundo, cuando empezamos a recibir los ánimos de nuestras familias.



Es a partir de este momento, alrededor del kilómetro 17, es cuando nos sentimos mejor. Hemos establecido un buen ritmo de carrera y, cuando pasamos por Sol,  ya no podemos contener nuestro creciente entusiasmo. Las palmas y gritos del público, y diferentes grupos de animación, nos embriagan y hacen que nos unamos a la gran fiesta del MAPOMA.

Una vez superado este emocionante punto, y ya alcanzado el medio maratón, comienza otra carrera. A pesar de encontrarnos todavía muy enteros, nos concentramos en cada una de las zancadas, intentando regular el esfuerzo en cada una de ellas.

En Príncipe Pio recibimos otra gran inyección de energía. Comemos, bebemos y nos enfrentamos al tramo más crítico del día. Vamos a correr por la Casa de Campo entre el kilómetro 27 y el 33. Tenemos que tener la cabeza muy fría, regular y ser conscientes de las fuerzas que nos quedan si queremos acabar.



Sobrepasado el punto kilométrico 34, tenemos que olvidarnos del dolor en las piernas y hacer que la cabeza funcione mejor que nunca.  Siempre en continua subida, sin descansos, tenemos que recurrir a nuestra memoria, y llenar la cabeza de pensamientos positivos para continuar.

Ahora sí, solo quedan 2.000 metros. Los calambres se suceden, pero parece no importar. Aquí se hacen imprescindibles los ánimos de la gente, especialmente los de aquellas personas que se ofrecen a acompañarnos en esos últimos metros que nos separan de la ansiada línea de meta.

El madrileño parque del Retiro nos recibe como ganadores de nuestra particular batalla. Hemos conseguido completar los 42.185 metros. Muchas gracias Alberto, lo hemos conseguido juntos. Debemos descansar y disfrutar del momento, pero creo que ya estamos pensando en el siguiente objetivo.



Muchas gracias también a todos los que nos habéis apoyado en este camino, en especial a Eva, Elena y Alejandro. Han sido unos meses de dedicación en los que siempre he tenido vuestro apoyo y comprensión.



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